Para
algunos, España, a dado al mundo 3 vicarios de Cristo, Dámaso I, Calixto III y el tristemente
conocido como Papa Borgia, o Alejandro
VI, (un producto patrio del que no se puede presumir), para otros, España,
y más concretamente, Aragón, que tanto apoyo otorgo a su cruzada personal hasta
casi el final de sus días, ha dado otro Pontífice, el Papa Luna,
absolutamente más presentable que el primero, pero lo de Papa, aún se discute,
y si fue empecinamiento o congruencia su
determinación, va por “barrios” de opinión.
Es
evidente que Pedro Martínez de Luna, tuvo altas dosis de tenacidad y junto a su
competencia intelectual llego a ser en las dos primeras partes de su vida, relevante cardenal en la curía papal. Habría
que discutir, si en la tercera etapa, su tesón subió de nivel y paso a obcecación.
No todos se ponen de acuerdo en si así fue y en caso de haberlo sido, en si
este fue justificado o no. Por tanto, ya
sabéis, la famosa frase de “mantenerse
en sus trece”, tiene un causante, él mismo.
PEDRO
DE LUNA VERSUS PEDRO ORSINI
El
caso es, que a finales del siglo XIV, el ya casi septuagenario Cardenal D.
Pedro de Luna, fue elegido Papa en Aviñón, con el nombre de Benedicto XIII, y no quiso dejar de
serlo, por mucho que dijeran en Roma,(una iglesia, secuestrada entonces por
intereses territoriales, políticos y pseudoeclesiásticos) que su nombramiento
no era legítimo y que solo los pontífices allí elegidos desde Urbano VI eran los auténticos, hasta el
punto de ser declarado antipapa, junto a su antecesor Clemente VII, maestro del primero en
pertinacia, pues su papado también fue largo (16 años) desoyendo igualmente lo
que decían desde Roma. Otros han sido también denominados antipapas, pero sin
lugar a dudas, los más significados, son Benedicto XIII Y Clemente VII.
D.
Pedro Martínez de Luna, tiara en testa, se
mantuvo firme en sus convicciones, al
lado de algunos fieles, (aunque decrecieran poco a poco), ni más ni menos que
hasta su muerte y eso fue mucho tiempo, si tenemos en cuenta que vivió 95 años
en una época en que la esperanza media de vida no pasaba de los 50. Tanto
vivió, que mientras se dirimía el cisma, entre Roma y Aviñón, morían uno tras otro los papas nombrados en
la capital de Italia, curiosamente todos italianos. Tres se contaron, Bonifacio
IX, Inocencio VII, Gregorio XII,
y él mientras tanto, “en sus XIII”,
compartiendo papado seis años más con otro romano Martin V, hasta que la parca se llevó por fin a nuestro Don “erre
que erre” en 1423, tras casi 30 años de dura lucha contra intrigas palaciegas y
eclesiásticas. Y si al final, se le tacho de tozudo, hay que reconocer que los
hechos también lo son. Tozudos por evidentes. Pocos son los que no rinden sus
naves, ante el continuo acoso. El Papa luna, fue uno de ellos.
CLEMENTE VII y BENEDICTO XII como Cardenales en Aviñón
|
La
iglesia católica y apostólica, (como siempre nos han enseñado) sobrepuso sobre él, un nuevo
obispo de Roma, (así han hecho siempre con los tildados antipapas) de
forma, que otro Pedro, pero italiano,
apellidado Orsini, es oficialmente Benedicto XIII, papa durante 1724 a 1730,
birlando de esta manera a todos los católicos hispanos, el nombre y el número del papa
aragonés.
Pero
en este caso, un clavo no ha sacado otro
clavo. Es más, para tristeza de Pedro de Orsini, poco se recuerda de él, y para
gloria de Pedro Martínez de Luna, hay
todo un mundo de literatura alrededor de su figura, cuyos huesos según
la profecía de San Vicente Ferrer, no descansarían en paz y a fe que eso es
cierto.
ORIGENES
Nació Pedro Martínez de luna en el año 1328 en el pueblo zaragozano de Illueca, bien
arropado en una Casa palaciega a orillas del río Aranda. Era el segundo hijo de
D. Juan Martínez de Luna y de su esposa Dña. María de Gotor y descendiente del
hijo del Rey Moro Said-Ben-Alhaken, a quien Jaime I el Conquistador, tras su re
conversión y casamiento con cristiana hizo señor de Gotor. En fin, que él
siempre supo que por sus venas corría la sangre musulmana de su tatarabuelo,
dato no excesivamente reseñable, pues es la misma que debe correr por muchos
españoles. (Sangre musulmana y judía, de aquellos que anduvieron 700 años por
estas tierras, y aquí se quedaron).
Colecta para enterrar a D. Alvaro de Luna, tras su EJECUCION.
Aunque luego se haría justicia con personaje tan relevante y su
cuerpo sería enterrado en la capilla de la Catedral de Toledo
|
Como
hijo de nobles pero segundo en la línea de sucesión, estaba destinado a seguir la carrera militar o religiosa, para
llegar a “ser alguien en la vida” ya que su hermano mayor, don Juan, debía ser
el heredero de los títulos y posesiones
familiares como así dictaba por entonces el Derecho de Primogenitura,
lo cual, evitaba una división del dominio, que pudiera conllevar un
debilitamiento del poder familiar en la línea sucesoria. (De la rama de esta hermano
mayor, surgiría años después, otro
personaje de no menos relevancia, D. Álvaro de Luna, aunque este último, al
contrario que su tío bisabuelo, no supo manejar las tramas que se tejen
alrededor del poder, y fue ejecutado tras la orden de Juan II, el mismo rey que
lo había elevado a la categoría de Condestable Mayor de Castilla)
Pedro Martínez de
Luna, pasa la infancia y la adolescencia en su localidad de nacimiento, primero
con estudios militares y posteriormente religiosos. Adelantado y perspicaz, desarrolla
estos últimos en Montpellier, cuyas escuelas gozaban de prestigio en la
enseñanza del Derecho Canónico, de tal modo que al doctorarse es nombrado
catedrático de esa Universidad, alcanzando notable fama por sus conocimientos y
aptitudes.
ASCENSO ECLESIASTICO
Metido en la carrera eclesiástica, recibe órdenes
menores y es a su vuelta en Aragón, cuando le llegan agasajos en forma de
nombramientos, Canónigo de Vich, de Tarragona, Huesca, Mallorca, Arcediano de
Valencia, de Calatayud y Andorra, etc., y ese ruido mediático al margen de su
excelente formación, no caen en saco roto. El Rey Pedro IV de Aragón, es, como paisano quien le da el
espaldarazo definitivo, solicitando gracias al Papa Gregorio XI, quien lo nombra Cardenal. Se traslada entonces junto a
este y el resto de su séquito a Aviñón, por entonces perteneciente al Reino de
Sicilia, que se había convertido en un lugar provisional de la estancia
papal, al ser la situación política y
social en Roma poco segura para los Sumos Pontífices, debido a las luchas entre
güelfos (partidarios del Papado) y gibelinos (partidarios del Emperador de
Alemania).
ENFRENTAMIENTOS ENTRE GUELFOS Y GIBELINOS
|
En 1378, Gregorio XI, cree que se dan las
condiciones necesarias para volver a
Roma y restaura la antigua sede pontificia, antes de su muerte que se produce
ese mismo año. El cónclave para la elección, de un nuevo papa debía iniciarse,
pero antes hay que esperar a varios cardenales que debían venir desde Aviñón.
El populacho, sin embargo, quería una pronta decisión, temerosos de que se volviera
a elegir un Papa Francés (iban 7 seguidos desde 1305), e irrumpieron en la
sala, amenazando de muerte a los allí presentes, para que eligieran sin más
dilación a un sumo pontífice y que este fuera italiano. Los cardenales
presentes se vieron forzados a tal elección y el designado fue, Bartolomeo de
Prignano, a la postre Urbano VI.
A sabiendas de que la
elección había sido a todas luces ilegítima, la mayoría de los cardenales
regresa a Aviñón, junto a los que no acudieron a Roma y nombran a Roberto de
Ginebra, como el papa Clemente VII. Y es ahí, donde se arma la
marimorena, con dos papas, para la silla
de San Pedro y cada cual pidiendo el apoyo de uno u otro reino. El Cisma
de Occidente estaba servido.
Para solucionar esta división que se
alargaba en el tiempo, sin que ninguno de los dos “contendientes” diera su
brazo a torcer, se propusieron tres soluciones desde la Universidad de París:
La Vía
cessionis Ambos papas debían renunciar
La Vía
Compromissi Reunión de ambos papas y sus afines para
llegar a un acuerdo
La Vía Concilii Convocatoria
de un Concilio para deponer a los dos papas y nombrar uno nuevo.
Antes
de que estas vías sean exploradas muere en 1389 Urbano
VI y los fraudulentos cardenales romanos, por haber sido
elegidos por papa de adulterada elección, en vez de aprovechar la situación
para acercar posturas continuaron con la farsa y el cuidado de sus sillones,
eligiendo como “su papa” a Bonifacio IX, y a
su muerte, cuatro años después, a Inocencio VII.
EL VERDADERO PAPA, SOY YO
EL VERDADERO PAPA SOY YO |
Era evidente que nadie daba su brazo a torcer. De esta
forma, se llega a 1394, (habían pasado 16 años desde que dio comienzo el Cisma
de oriente) y fallece Clemente VII, que antes había postulado a Pedro de Luna,
como su sucesor, por los muchos apoyos que este consiguió en distintos reinos
para la causa del primero. Los cardenales de Aviñón, muchos de antes del cisma,
sin mácula de ilegitimidad, desoyen las
advertencias de la Curia Romana y nombran a Benedicto XIII. Este,
según dicen algunos historiadores, había confesado siendo cardenal, que la vía cessionis, era la mejor solución
para resolver el Cisma, pero una vez que se “encapucho· la tiara de San
Silvestre, siguió los derroteros de su antecesor, (otros autores dicen que su
directriz) y no quiso solución alguna, que no fuera que todos reconocieran la legitimidad de su papado. “El
verdadero papa soy yo”. En todo caso, intentó la Vía Compromissi, seguro de sus
dotes dialécticas, su buen conocimiento del derecho canónigo y los muchos
argumentos que podría esgrimir a su favor, pero el nuevo papa de la curia
romana Gregorio XII, nombrado
en 1406, y sus consejeros, debían ser conocedores de tales
actitudes y no cedieron a encuentro alguno. Antes, Benedicto XIII, había
sufrido un fuerte y largo asedio por tropas francesas en Aviñón, de donde
escapó, ayudado por la corona de Aragón. Salía tristemente a escondidas del Palacio
de los Papas en 1403, para nunca volver, y anduvo bastante tiempo dando
“tumbos” por distintas ciudades, francesas, italianas y españolas, sin un sitio
fijo, donde quedarse.
Mientras tanto, siguieron pasando años, y sin entrar en
detalles del cómo, salvo que el verdadero artífice tiene autor, el rey francés Carlos VI, fueron nombrados otros dos Papas, Alejandro V y a su pronta muerte Juan XXIII, tildados también a posteriori como antipapas. O sea,
que para rizar el rizo, desde 1409 a 1414, hubo tres papas, o los que unos u
otros reinos les daban legitimidad como cabezas de la iglesia, dependiendo de
“cómo les fuera en la fiesta”.
En 1414, Segismundo Emperador
del Sacro Imperio romano-germánico, promueve el Concilio Ecuménico de
Constanza, donde deberían renunciar todos los Papas y se nombraría un tercero.
A resultas de este, que duró tres años retiraban el papado que habían
dado a Juan XXIII años atrás, y
hacían renunciar a Gregorio XII,
pero el Papa Luna, recurrió a su consabido
-Non possumus, y en Perpiñán bien argumentó, con datos
irrefutables:
Si
como aseguráis, todos los Papas elegidos después del Cisma son dudosos, también
deben serlo los cardenales que han sido nombrados por ellos, y cualquier
elección hecha por estos, tendría la misma ilegitimidad de la que me acusáis.
Y en ese mismo sentido, es evidente, que no
hay otro cardenal más auténtico que yo, pues soy el único que queda vivo desde
antes del Cisma.
Como solo los Cardenales nombran o
eligen Papa, solo yo puedo designar o
elegir un Papa auténtico.
Si entendéis que mi elección no fue legítima, y por tanto no soy un Papa que reconozcáis, puedo aceptar la “vía cesionis”, renunciando a mi papado y entonces, siendo el único cardenal legítimo en base a vuestras teorías, volver a nombrarme Papa, a mí mismo o al cualquier otro que mi voluntad quisiera.
Si entendéis que mi elección no fue legítima, y por tanto no soy un Papa que reconozcáis, puedo aceptar la “vía cesionis”, renunciando a mi papado y entonces, siendo el único cardenal legítimo en base a vuestras teorías, volver a nombrarme Papa, a mí mismo o al cualquier otro que mi voluntad quisiera.
¡Pues ni con esas!. Llega
1417 y el Concilio de Constanza se da por terminado. Las alianzas, debidas a intereses políticos y eclesiásticos
no permiten que se acepten esos razonamientos, proclamando que el Cardenal de
Aragón, Pedro de Luna;
era un perjuro, causa de escándalo, obstructor de
la paz y la unidad de la Iglesia y contumaz hereje por lo que, en consecuencia,
se le prohibía actuar y comportarse como Sumo Pontífice.
Los allí reunidos fueron
más lejos aún de lo que les correspondía y
acordaron que el Concilio era superior al papa y este debería ser
elegido por naciones y no por cardenales. Se cargaban de un plumazo siglos y
siglos de tradición católica, y nombraban al cardenal Oton Colonna como el papa
Martín V.
FIN DE LA AVENTURA
Sin renunciar a su
“razón”, pero desilusionado y prácticamente sin apoyos a su causa (Aragón,
Escocia y pocos mas), el Papa Luna, se recluye en el Castillo Templario de
Peñiscola, cedido por el Prior de la Orden de Montesa. Allí acabaron sus días,
en 1423, acompañado de un pequeño grupo de fieles a su causa, cardenales, familiares, su secretario fray
Martín de Alpartil, su médico, Jerónimo de Santa Fe, su sobrino, Rodrigo de
Luna, (capitán de la guardia pontificia), la soldadesca y gente de su servicio.
Aún así, todavía tuvo ánimos para seguir dando forma a alguna de sus
publicaciones, y no cesó en su actividad, excomulgando a cuantos renegaron de
su papado o favoreciendo a los apoyos. Recién llegado promulgó la Bula que
llevaría a crear la Universidad Escocesa de Saint Andrews, de
ahí, que en el escudo de esta, aparezca la media Luna, emblema del Papa, y que
ambas localidades, (Saint Andrews y Peñíscola), permanezcan hermanadas. En
dicha Universidad, estudian los hijos de los Reyes de Inglaterra. Si¡ allí se
conocieron Gillermo y Kate, futuros reyes de los británicos, y en su título
universitario, figura la media luna de Benedicto XIII, ese que la Curia
Vaticana, dice “que no existió”.
Su cuerpo embalsamado,
quedo en la Ciudad de Peñiscola, a la que tan ligado sigue, concretamente en la capilla del Castillo
hasta que en 1430, se decide el traslado a Illueca, tal como al parecer había
sido siempre su deseo. (Parece norma, que todo cadáver descanse, allá donde
vino al mundo). Sus restos, alojados al
fin, en la magna casa donde pasó su infancia y adolescencia, convirtieron el
edificio en lugar de visita, donde los peregrinos presentaban los respetos a
quien para muchos había sido el
verdadero Pontífice de su época, aquél
que nunca renuncio al cometido en la dirección de la Iglesia a pesar de
todas las trabas impuestas. Pero hete aquí, que un prelado italiano, Juan
Porro, de turismo por la zona o inspeccionando a petición de Roma, no sabemos
si “fumado” o no, a tenor de su apellido,
al ver la adoración que se hacía al recuerdo de Benedicto XIII, la
emprendió a garrotazo limpio con la urna y dio el “chivatazo” a la Santa Sede,
sobre la “indigna adoración a un hereje”,(craso error, porque al menos Cardenal
legítimo si era) de forma que los restos, aunque se mantuvieron en el mismo
edificio, por no soliviantar a sus fieles en exceso, quedaron ubicados en una
cámara mortuoria, completamente tapiada, de forma que cesaron las
peregrinaciones y nuestro protagonista cayó prácticamente en el olvido.
SER O NO SER
Pasados tres siglos de su
muerte, en la guerra de Sucesión que se libró en España entre partidarios de
los Borbones y los Austrias, cuando las tropas francesas, saqueadores
profesionales, allá donde llegaban, y en la guerra que fuera, asaltaron el
Palacio buscando como siempre tesoros en forma de joyas, monedas etc...
Enterados de la existencia de la cámara mortuoria, derribaron el muro protector
y lo que allí había fue objeto de rapiña y destrucción, incluyendo la
profanación de la momia de Benedicto XIII, lanzándola por lo alto de una
ventana, Los huesos desparramados se perdieron entre el campo y el rio Aranda.
Solo apareció su cráneo, aunque notoriamente destrozado. Sus descendientes se
hicieron depositarios de la reliquia y la guardaron aunque el tiempo diría que
no lo hicieron con el celo debido.
Así, los últimos restos
del Vicario Aragonés, una enjuta e incompleta calavera, con restos de tejidos y piel, de por supuesto más
enjundia que la del Yoric Sakesperiano, y sobre todo, de
un personaje real pero, sin embargo, menos
afamada, se quedó a dormir en el polvoriento armario de una antigua y noble
mansión de Sabiñan, pueblo cercano a Illueca, pasando de una a otra generación
familiar, sin el respeto y la importancia debida. Y allí, sin demasiado
esfuerzo fue sustraída por unos amigos de lo ajeno, afortunadamente chapuceros,
aunque por ello, con más motivo, corrió el riesgo de perderse para siempre.
Felizmente pudo ser recuperada, y en la
actualidad está depositada en el Museo Provincial de
Zaragoza, donde se custodia y conserva por resolución judicial. Desde el sentido común, parece que debiera descansar, en Peñiscola, donde el decidió pasar los últimos años. Es evidente que allí la cuidarían mejor que sus herederos. Tal vez en Illueca, sería otro buen destino. Los zaragozanos, ya tienen bastante con su patrón San Valero, expuesto en la Seo, cuyo busto, regalado a la ciudad por el mismo Papa Luna, se hizo, tomando como muestra la fisonomía de este último.
Faltaría a
la verdad, si no reconociese que Aviñón, es una de esas ciudades que merecen
ser visitadas a pesar de estar en suelo “galo”. Solo la presencia del Ródano,
le da ya el empaque de ciudad monumental que por supuesto amplifica la
majestuosidad de El palacio de los Papas, ese inmenso edificio gótico del
Cristianismo, dividido en dos palacios y una catedral, protegidos por murallas,
que da nota de la importancia de la Ciudad en el Medievo, cuando aún dependía
del Reino de Sicilia y era el centro del Cristianismo.
PATIO EN EL PALACIO DE LOS PAPAS --AVIÑON
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Tan
impresionante construcción sirvió no solo de aposento sino también de fortaleza
en la que tuvo que atrincherarse el aragonés, cuando las tropas francesas, una
vez nombrado Papa, decidieron deponer su actitud por la fuerza de las armas.
Afortunadamente las murallas y sus leales defensores aguantaron estoicamente
las embestidas francas. Hasta que con el apoyo de Aragón, Benedicto XIII,
consiguió escapar del confinamiento a que estuvo expuesto en sus propios
dominios.
En todo
caso, viendo el impresionante edificio, que incluso fue remodelado por entonces
para ofrecer una mejor protección, se entiende su inexpugnabilidad, impropia de
lo que debería una construcción religiosa, aunque de la época en que hablamos,
monarcas, nobles y religión, andaban siempre a la gresca y eran prevenidos en
sus defensas.
AVIÑON....CAPILLA DE LOS PAPAS
|
En la
obediencia a Aviñon, Benedicto XIII,
paso 28 años como legítimo Cardenal y 13 como cuestionado Papa, tanto, que él y
su antecesor Clemente VII, aparecen
representados en sendos cuadros en la Capilla de San Marcial, dentro del
Palacio, pero solo como los purpurados,
camauro en testa, Pedro de Luna y
Roberto de Ginebra, arrinconados a
la derecha de la pared, sobre todo, el español, dejando claro que para la curia papal, Gregorio XI fue, el último Pontífice
católico en Aviñón.
AVIÑON. CAPILLA DE SAN MARCIAL. D.PEDRO LUNA A LA DCHA.
|
Es una
pintoresca ciudad mediterránea, donde destaca su antigua ciudadela, una
minipeninsula, que otrora, quedaba rodeada por las aguas en las subidas de la
marea. Es tan peculiar su emplazamiento y edificación, que ha sido escenario de
algunas películas, siendo a mi gusto las más relevantes, El Cid, con Charlot
Heston y Sofía Loren y la inolvidable Calabuch, dirigida por Berlanga,
realizadas a comienzo de los sesenta. En ellas, se puede ver aquella población
de humildes marineros y un litoral, que
todavía no había sido “asaltado” por el ladrillo.
Sin
discusión alguna, el castillo Templario, edificado sobre los restos de una
antigua alcazaba árabe, donde Benedicto XIII paso sus últimos años, es el
perfil que da personalidad a la ciudad y él, el Papa luna, es el protagonista
absoluto dentro y fuera de sus murallas Su nombre, omnipresente en toda clase
de establecimientos, su figura, en múltiples rótulos y souvenirs.
PATIO CASTILLO PEÑISCOLA
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Presumen,
muchos peñiscolanos, de nacimiento o adopción, de vivir en ciudad santa, ciudad
cristiana por excelencia, La orden del Temple, La orden de Montesa, tuvieron
allí sede, pero sobre todo presumen, ya no sé si altaneros o socarrones, de
ciudad magna por Sede Papal, como Aviñón y el Vaticano. Todo el derecho tienen,
a tal creencia quienes aceptan la teoría que explico siglos atrás su ilustre
vecino, defendiendo su legitimidad contra sus detractores del Concilio de
Constanza. Aunque ya sabemos que tanta verdad
no le sirvió para nada y al final tuvo que recalar en esta otra
fortaleza, por supuesto nada comparable en tamaño y lujo a la que había
disfrutado en Aviñón.
Pero Pedro de Luna, no le hizo ascos a tan gentil
ofrecimiento y pudo contar con todo su séquito, además de la seguridad de su
guardia personal y durante un tiempo la de las propias tropas de Aragón. Aun
así, sufrió un intento de envenenamiento, pero a base de cuidados médicos y la
“provisión divina” (dijeron algunos), logró recuperarse. Descubierto el
causante, guardias y lugareños dispusieron una pira en la playa, que no
utilizaron para barbacoa marinera, y si para dar cuenta de las carnes del
envenenador.
COMPARTIENDO UN PASEO POR LAS CALLES DE PEÑISCOLA
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Desde hace
tiempo, el castillo, se ha ido despersonalizado como fortaleza militar por años
y años de edificaciones dentro de sus murallas, pero les ha quedado una
ciudadela, de blancas y estrechas calles
rendidas al turista, con tiendas, bares y restaurantes que invitan en sus
terrazas a disfrutar de un buen ágape al abrigo de la sombra y la brisa del
mar. En esencia o a primera vista, su callejeo de sube y baja en calles
blancas, se asemeja a poblaciones como Salobreña o Mojacar, pero ahí acaba todo
el parecido, es evidente que Peñíscola es mucho más, por edificios egregios, el
abrazo del mar y la grandeza histórica de un Papa rebelde, que murió entre sus
paredes, pleiteando con Europa.
ILLUECA
Había que
cerrar el círculo, de nuestro personaje, llegándonos a Illueca, una población
zaragozana ubicada en el centro de la comarca de Aranda, y por ello capital de
la zona. En lontananza, como pasa en Aviñón o Peñiscola, el primer edificio que
surgió a la vista desde la carretera, fue el del objeto del viaje.
Allí arriba,
encaramado en la cota más alta de la población, se alza el Alcázar-Palacio que
vio nacer a Pedro Martínez de Luna y a donde más de cien años después,
volvieron sus restos para darles descanso eterno. Aunque ya sabemos que esto,
no pudo ser. Si en Aviñón, habían sido los franceses, quienes le sitiaron y de
los que debió huir, también fueron los “franchutes” los que vinieron a
despertarlo 300 años después en su propia tumba, esparciendo su osamenta por los rededores de la fortaleza y es que los aragoneses nunca
se han llevado bien con los gabachos. Ni siquiera, como es sabido, Agustina de
Aragón, que por cierto, fue una catalana defendiendo España con dos bemoles. Supongo que
los independentistas catalanes, para evitar urticaria mental, cambiarán su
partida de nacimiento, (como hacen con la historia) porque no puede ser que una Barcelonesa, luchase a favor del “infame y opresor pueblo español”.
El Castillo
como algunos prefieren llamarlo, fue declarado monumento histórico artístico en
1931. Tal vez, nombrarlo como castillo se deba a costumbre de antaño, pero
resulta chocante, pues el edificio no ofrece ningún aspecto de fortaleza aunque más o menos la tuviera en los tiempos
de su construcción, allá por el siglo XIV. Numerosas reformas en el tiempo,
realizadas por los distintos dueños le han borrado el aspecto militar, que
pudiera tener, (por ser de estilo mozárabe era más un Alcázar) para convertirlo
en una construcción de planta residencial, de ahí, que más parezca una enorme
casona o palacio. Su actual propietario es el Ayuntamiento, que impulsó junto
al Gobierno de Aragón, la última de las reformas, recuperando el edificio para distintos
usos.
Una tercera
parte, dividida en distintas estancias, algunas de ellas dedicadas a explicar
la Comarca de Aranda, y el resto, la mayoría,
son para ensalzar y dar “lustre al ilustre” nacido allí mucho tiempo
atrás. El recorrido llevado por la amable guía, al cargo de este ala, del
edificio, muestra al curioso visitante, los espacios por los que anduvo Pedro
de Luna, en su infancia, o en las visitas que hizo después de forma
intermitente volviendo a Aragón como prelado de la iglesia, y por supuesto
aquella última desde Peñiscola,
explicando de paso, el periplo de
su peculiar vida, con animaciones y voces en off.
Es evidente por lo realizado,
que el Ayuntamiento de Illueca se ha volcado en dar a conocer a su celebérrimo
paisano. Vale la pena, perderse por estos lares, para disfrutar de la gente llana de siempre. Lo agradece el ánimo, sobre todo si el viajero viene de tierras
catalanas, impregnado en los tiempos que corren del rancio nacionalismo que por
allí se respira. Entrar en Aragón y ver banderas españolas, te predispone el
ánimo y te hace pensar, que no todo está perdido.
Una de las preciosas habitaciones de la Hospederia
|
Dos
terceras partes de este, se utilizan como hospedería. ¿Y como no?, hay que subir escaleras, para disfrutar de las estancias, realizada con una
decoración y un mobiliario en sus distintas salas que intentan trasladar al
visitante a los tiempos de gloria del edificio. Sus anchas habitaciones, de
altos techos, algunas de dos plantas y
enormes camas con dosel, no dejan
indiferente a quien pueda visitarlas, no digamos pues la satisfacción máxima
que debe llevarse quien las disfrute. Como peculiaridad, decir que una de ellas
tiene 13 ventanas de medio punto, no resulta difícil adivinar como la llaman.
Uno de
los salones, está presidido por un óleo de gran medida donde un Papa Luna,
hierático porta la tiara de San Silvestre. Y por ¡fín¡ la sala, dedicada a la
recepción de la Hospedería, frente al mostrador, metido en el hueco de una de
las dos torres circulares que dan personalidad a la fachada del Alcázar, y que
parece una hornacina de espectacular tamaño, encontré, tras tanto recorrido, el
tesoro pretendido. La reliquia de Benedicto XIII, su maltratado cráneo, estaba
allí expuesto, colocado en una singular vitrina. Era foto obligada.
Al fin¡¡
los dos frente a frente, desde que la lectura del Papa del Mar, de Vicente
Blasco Ibáñez, despertara mi interés por el personaje. El autor en su novela publicada en 1925,
contaba sobre la calavera: "Yo
la he tenido en mis manos: sorprende por su pequeñez cuando se piensa en la
enormísima voluntad que se cobijó dentro de ella. Guarda su epidermis y restos
de sus ojos, como las cabezas de los faraones en el museo de El Cairo”.
Sabía por
supuesto, que esta de ahora era una copia. Sobreactué, para sentirme un poco
como el escritor valenciano, al final de mi periplo tras los pasos de Pedro
Martínez de Luna, tocando la tierra y los muros por donde anduvo. Eso, si había sido cierto. El Pontífice aragonés, también lo fue, me refiero
a lo de verdadero, y así lo repitió hasta
sus últimos días. “El verdadero
Papa soy yo”. Puede que en Aviñón, haya división de opiniones al respecto,
pero en Peñiscola o Illueca, pocas dudas hay y si no me creen, ¡vayan! ¡vayan!
y pregunten.
NOTA DE
Plubius Cronwell. Mallor
Main Diacono of University of Softtown
¿Antipapa?, ¿Tiene la
Iglesia realmente doctores?
Antipapa, es indudablemente una palabra
boba, absurda, mas sacada de una
rabieta, de mentes poco alumbradas que de una meditada reflexión. Sería
interesante que las autoridades eclesiásticas pertinentes dedicaran un poco de
su tiempo en alguno de sus sínodos, a buscar un mejor calificativo, para uno de
los suyos, recto en su proceder, nada
sospechoso de simonía, (al contrario que muchos de sus congéneres) y seguro de
que la forma en que se conducía, era la correcta, porque su conciencia no le
dictaba otra razón, que la de que su
elección o la de su antecesor, habían sido hechas por -legítimos cardenales nombrados por Pontífice legítimo- y sin
embargo, los otros nombramientos paralelos se habían hecho por gobiernos
interesados y cardenales espurios. El fin último de su intransigencia, fue, la
independencia de la iglesia, desatendiendo todas las directrices que no fueran
las venidas única y exclusivamente desde el clero.
¡Menudo hereje!, persiguiendo tal utopía.
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