martes, 12 de agosto de 2014

YEGEN Y BRENAN - LA MARCA ALPUJARRA


Edward Fitzgerald Brenan, vivió  una de esas vidas a las que muchos nos apuntaríamos  tomando la decisión en menos tiempo que dura un solo castañeo de dedos.  La aventura emprendida por este británico,  no es que fuera más grande o mejor que la vivida  por otros personajes, pero esta, se fraguó en España, país al que siempre respetó  e inmortalizó en su literatura, hasta el punto de ser reconocido como un gran Hispanista. Sea solo por eso, que merezca mi curiosidad, mi reconocimiento y de paso mi envidia. Si acaso, lo único que no quisiera es, que mi cadáver, corriera la misma suerte que el suyo.

Gerald Brenan, era hijo de militar del imperio Británico, en los tiempos de la Reina Victoria cuyos dominios, ya sabemos, se extendían a lo largo del globo terráqueo. Uno de ellos, era Malta y allí andaba su padre destinado al servicio de la corona cuando el 7 de abril de 1884 vino al mundo nuestro protagonista, justo el mismo día y mismo mes que este que escribe. (Ese es mi único y pobre parecido con el escritor). La itinerancia  de la vida militar de su progenitor  le mantuvo viviendo en distintos países hasta su juventud (Sudáfrica, Irlanda, India, Inglaterra). Este coctel multicultural producto de los muchos sitios donde había vivido, animó su alma inquieta.  No fue extraño por tanto, que abandonara los estudios y siguiera  a los 18 años,  “trashumando” por países como Francia, Italia, o Yugoslavia. Ya se había gestado el viajero, con ganas de ver y contar, ese alter ego, que no le abandonaría en toda su vida,  pagando, por este deambular, un peaje, su falta de estudios universitarios, circunstancia que marcaría su devenir.

Cuando en Julio de 1914 estalla la Primera Guerra Mundial, Brenan tiene 20 años. Era obvio que su juventud, espíritu aventurero y la imposición moral de un padre militar, de marcado temperamento, eran motivos más que suficientes para que se alistase de inmediato en el ejército Británico. Pronto vio que aquello no eran vacaciones, siendo protagonista principal de los horrores de una contienda absurda, que se llevó  millones de vidas, entre barro, trincheras, obuses, bayonetas y gas mostaza. Afortunadamente, sale vivo del horror y se licencia con alguna medalla en la solapa y al parecer con el  rango de capitán, pero sin ninguna intención de continuar en la carrera militar, con enorme disgusto de su padre  que lógicamente no veía con buenos ojos que su hijo no siguiera su ejemplo y para más desdicha, se inclinaba hacia una vida inconsistente. Digamos, que su relación, salvo contadas ocasiones, fue fría y distante.

 EL CIRCULO DE BLOOMSBURY
 

Por ese tiempo,  principalmente del londinense barrio de Bloomsbury, surgieron una serie de jóvenes inquietos e  ilustrados, tales como, los filósofo Bertrand Russell y Wittgenstein, el crítico Clive Bell, el economista Keynes, los escritores Lytton Strachey, Virginia Woolf, David Garnett o Roger Fry. Cabría incluir aquí a la pintora Dora Carrington, que aunque  “técnicamente” no pertenezca al círculo, era un componente más, por su relación con tres de ellos, (enamorada de Lytton Strachey (homosexual), casada con Ralph Partridge y amante de Brenan, además de mantener alguna relación lésbica en el camino). Ante tal “desubicación personal”, no fue extraño que acabara con su vida de un tiro en el pecho en 1932. Igual suerte correría Virginia Woolf, probablemente el componente más famoso del Círculo, que en 1941, en uno de sus periodos depresivos,  llenó de piedras los bolsillos del abrigo y se lanzó al rio Ouse, cercano a su domicilio.



VIRGINIA WOOLF
Este grupo de “eruditos vecinos” se reunían con asiduidad para dar rienda suelta a sus pensamientos, por lo general contrarios a la moral victoriana y al exceso de la influencia de la religión en el comportamiento social y han pasado a la historia, con el nombre de El Círculo de Bloomsbury.
Gerald Brenan llegó a formar parte de ellos, introducido por su amigo (Ralph Partridge) aunque el, nunca se consideró un miembro de pleno derecho,  ya que desde su punto de vista, la guerra lo había embrutecido, al haber robado muchas horas a su formación, lo que hacía que su preparación no fuera ni por asomo la que debiera, auto conceptuándose  intelectualmente, muy por debajo del resto del grupo. Así, buscando una mejor formación pero fuera de la encorsetada sociedad inglesa, decide apartarse a un sitio tranquilo teniendo como primer objetivo la lectura de cuanta literatura pudiera  ayudarle en la erudición pretendida.


IMITANDO A SUS PREDECEDORES

Por tanto, ni corto ni perezoso,  agarró su mochila, camino de España. El motivo de elegir la península, no era otro que visitar y buscar la tranquilidad en ese país, del que habián escrito, primero Lord Byron, sobre todo en su Don Juan 1818, luego el americano Washintong Irving, (Vida y viajes de Colón 1828 o Cuentos de la Alhambra 1832)  y pocos años después  otros británicos, George Borrow  (The Bible in Spain 1843) y Richard Ford (Handbook for Travellers in Spain and Readers at Home 1846), estos últimos,  dos personajes un tanto excéntricos y curiosos que por distintas circunstancias vivieron un tiempo en España y aprovecharon para visitarla a lomos de mula y caballo y escribir no sin cierta truculencia, de cuanto en ella vieron, obteniendo notable éxito entre la sociedad anglosajona. Cabría hacer un inciso y reconocer que  también a los franceses  en esos mismos años, les dio por escribir sobre este país. Alejandro Dumas, nos visita, editando posteriormente un libro de viajes, con el título, de Paris a Cádiz  y Prosper Merimée, regala a la literatura universal su obra Carmen, llevada al cine en distintas versiones e inmortalizada más aún por su paisano Georges Bizet en la Opera del mismo título.


EL TOUROPERADOR DE LA ALPUJARRA “GRANAINA”

Gerald reconoció haber oído y  leído sobre España antes de venir, incluso a su abuela, que nos había visitado tiempo atrás y que tenía unas fotos, de la Alhambra que siempre fascinaron al aventurero en ciernes. Pero la curiosidad no fue el único motivo que le acercó por estas tierras, hubo también otros, algo más prosaicos, como el clima y el menor costo de la vida, en relación a la inglesa. 
Las cosas no han cambiado mucho, actualmente los “guiris”, siguen viniendo por lo mismo, ósea, por gente como Byron, Ford, Borrow, Irving o Brenan, pero  sobre todo, por el sol, la comida y los aceptables precios, así que  nuestro protagonista, fue uno de los pioneros en esto de entender el turismo patrio, ese valor que lleva tiempo siendo el verdadero motor económico de esta España desindustrializada, sin más recursos que el “tinto de verano” y su sucedáneo más caro, “La Sangría”, aderezada por la charanga y pandereta que ya predijo Machado
.
Justo es reconocer que la inquietud de Brenan por España plasmada en sus libros, trajo otros visitantes ilustres como los famosos hispanistas Raymond Carr, Hugh Thomas, Ian Gibson o Paul Preston  y un encantador personaje, Christ Stewart  que imbuido  consciente o inconscientemente por el espíritu de Brenan, se fue  a vivir allá, -donde todo empezó -en la Alpujarra Granadina, esa comarca situada en la falda sur de Sierra Nevada, escribiendo de paso, tres significativos libros sobre el lugar (“Entre limones”, “Los Almendros en Flor” y "El loro en el limonero").
En ellos, cuenta desde una fina ironía las tribulaciones diarias para hacer productiva la finca El Valero, un trozo de tierra que compró con sus últimos ahorros. La fortuna para Christ, no parece al final, haber estado en la producción “agropecuaria”, si no en el paisaje del que ha disfrutado, en el modo de vida escogido y en saber contarlo. Sus narraciones han sido todo un éxito editorial. Stewart, dice que no es escritor,  solo cuenta cosas. Yo os aseguro que sabe contarlas.
Nadie es escritor, hasta que empieza a escribir, le respondo. Por tanto, el, ya lo es y su lectura, muy aconsejable.

SUS PRIM.EROS AÑOS EN ESPAÑA. YEGEN Y CHURRIANA


Decía que, Gerald Brenan se embarca hacia España en septiembre de 1919, llegando el día 28 a la Coruña. Desde allí, visita ciudades emblemáticas, como Lugo, Astorga, Ávila, Madrid, Toledo, Aranjuez y Granada. Y es en esta última provincia donde el 13 de enero de 1920 fija su residencia, alquilando una casa en Yegen, pequeña población de La Alpujarra, donde se dedica a desgranar con envidiable disciplina libro tras libro de los muchos que le fueron enviados desde Inglaterra, intermediando las lecturas con largos paseos por la zona. No sabía el, que más de la mitad de su vida la pasaría, bajo el sol de Andalucía. Tres años pasó, en la primera de sus estancias en el Yegen, y allí recibió la visita de los más allegados conocidos del Círculo de Bloomsbury que sufrieron en primera persona las dificultades orográficas de aquel entonces para llegar a las poblaciones de la zona.

CASA EN CHURRIANA
En 1924, piensa que ya es demasiado tiempo en Granada, y vuelve a Inglaterra a seguir departiendo con familia, amigos, y por supuesto, a cultivar la extraña relación que mantenía con Dora Carrington, que el tiempo terminó por diluir. En Abril de 1929 se encuentra otra vez en Yegen, en la misma casa donde anduvo cinco años atrás y con el mismo propósito, de seguir aprendiendo con lecturas y viajes, por distintos sitios de Andalucía y norte de Africa. También en ese tiempo, conoce a Juliana, con quien mantuvo una relación algo tormentosa, de la que hablare mas adelante.

Marcha al año otra vez a Inglaterra y retorna a España bien entrado 1932, acompañado de Gamel Woolsey, su reciente esposa,  una mujer educada y culta, proyecto de escritora por entonces, que no llegó a mucho más, que publicar dos libros,  pero con la que nuestro protagonista, pudo llenar muchos espacios de largas conversaciones y compartir una afición común, los viajes y el sol español.
En 1934 deja definitivamente Yegen, para instalarse en Málaga, concretamente en Churriana, donde compró una casa, pero allí, le sorprende la Guerra Civil, tomando otra vez el camino de vuelta a Gran Bretaña en 1936.

 
QUINCE AÑOS EN ALDBOURNE
Ya en Inglaterra, Brenan y su esposa Gamel se instalan en Aldbourne, una recoleta y vetusta localidad inglesa situada a varios kilómetros al oeste de Londres. Cuando las hemerotecas hablan de Aldbourne, lo hacen destacando su paisaje, sus edificios medievales, y sus ocasionales apariciones como escenario de películas. Curiosamente, poco o nada dicen, de que en esta localidad, se forjaría el Hispanista Gerald Brenan, un escritor, que quizá entiendan no les pertenece. ¡Peor para ellos¡.
Antes de su llegada, a esta localidad, Brenan, ya había editado una novela menor, Jack Robinson, pero es en la tranquilidad de la campiña británica, cuando escribe el libro que le marcaría como un estudioso de nuestra patria. Así, en 1943, edita El laberinto español,  una obra que al día de hoy, sigue siendo de obligada consulta para conocer las causas que pudieron provocar la guerra Civil Española y cuya lectura estuvo prohibida algún tiempo en España.

En 1950, sale a la luz, otra publicación, La faz de España, fruto de un recorrido por distintas localidades españolas, atreviéndose incluso a escribir en uno de sus capítulos sobre Lorca y las distintas averiguaciones que hizo acerca de su ejecución y el sitio donde pudiera estar enterrado.



En todo caso, nunca se significó en exceso en contra del régimen, no sé si por convencimiento o conveniencia. Tal forma de proceder, hizo, que no se le cerraran las puertas de nuestra patria.
En 1951 sale al publico su Historia de la literatura Española, fruto de un concienzudo y personal estudio, realizado primero en España y posteriormente en Inglaterra, sobre las letras hispanas.
 

DE CHURRIANA A ALHAURIN EL GRANDE
 
En 1953 regresa definitivamente a España, instalándose en su casa de Churriana. Se dedica a recibir amistades, del calibre de Bertrand Russell o Ernest Hemingway, ni más ni menos que dos premios nobel y a escribir algún que otro artículo o ensayo para prensa dispar. De paso, iba fraguando con los recuerdos de Yegen, su archiconocido libro, Al Sur de Granada,  una obra, que marcaría un antes y un después en la fama del escritor. De alguna forma, Brenan, no solo reverdeció todo aquello que el accitano Pedro Antonio de Alarcón, había contado  en su libro de viajes “La Alpujarra”, él fue más allá, y puso esa zona de Sierra Nevada, en el “mapa del mundo”.

 
Posteriormente publicaría, Unas vacaciones en el mar (1961), Una vida propia (1962), El faro siempre dice que sí (1966), con suerte dispar en su recibimiento por público y crítica.
 El 18 de enero de 1968 muere su esposa Gamel Woolsey. Gerald Brenan, pasa dos años más en su casa de Churriana, pero esta le trae demasiados recuerdos de tiempos mejores, aparte de ser excesivamente costoso su mantenimiento y de utilidad limitada para una persona que ya contaba 76 años, y pocos ingresos. Decide por tanto mudarse no muy lejos de allí. Es en Alhaurín el Grande, (Málaga), donde fija su nueva residencia junto a su sobrina, Lynda Nicholson, a la postre traductora y escritora, encantada de atender al familiar y aprender del escritor.

Allí siguio con su producción literaria;
San Juan de la Cruz-Vida y Poesía 1971
Pensamientos en una estación seca 1972
Memoria Personal 1976
Momentos magnéticos 1977

Su misión estaba acabada. Los críticos, quizá en buena lógica, entienden, que no fue un buen novelista, el mismo Brenan, así lo debió entender, por eso, su obra, la dedico principalmente hacia autobiografía, estudio y ensayo, donde la constancia manda y la imaginación no es necesaria. Entrado en los ochenta, si figura empieza a ser reconocida, y tocaba  hacer justicia al fin,  con ese extraño reportero de nuestra historia, siendo cada vez más solicitada su presencia en múltiples actos. Pero a esa edad, le van pesando tales compromisos y declina su asistencia a alguno de ellos. Es anecdótico su comentario al respecto:

Agradezco los premios que me otorgan, pero disculpen que no acuda. Estoy demasiado mayor para estos actos. Entenderán que mientras Uds., me agasajan, yo solo estare pensando en que acaben para poder ir al baño urgentemente.
 

 
Pero el reconocimiento al escritor, no se limitó solo, a actos de agradecimiento a su
legado cultural y su figura de hispanista. Gerald, se ha quedado en la memoria de España, poniendo su nombre a calles, colegios y premios de literatura. Y en la faceta de lo anecdótico, se elevó a la altura de andaluz, por no decir de torero,  cuando un granadino de pro, Carlos Cano, tuvo a bien componer un pasodoble, a quien llamó  EL TROVERO ALPUJARREÑO.
 

(A Don Geraldo Brenan que echó
a los aires del mundo un águila llamada Alpujarra.)

Le voy a dedicar con todo mi corazón
un pasodoble a Gerald Brenan.
Pasodoble de sol de clavel reventón
como si un torero fuera.
Y que nadie me hable de Londón
ni leches de britis ni cambríg.
Yegen, Alpujarra, Andalucía, Granada

-su alegría-
y rosas de Alhaurín.
Y decirle bajico, mu bajico limón,
azulina y yerbagüena.
Y la casa encalá y el vino de Albondón
y una sillica en la puerta.
¡Ay! Alpujarra, Alpujarra.
Qué grandes son las estrellas más grandes los corazones

Olé y viva Gerald Brenan.

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RESIDENCIA DE LA TERCERA EDAD. VIAJE DE IDA Y VUELTA

En 1984 Lynda Nicholson ya no se ve capacitada para cuidar de quien era ya un anciano de 90 años. Desconozco, si Lynda actuó sin hacer a nadie participe de sus intenciones o si fue la burocracia española quien anduvo lerda en su proceder o directamente le negó hospedaje a nuestro “insigne extranjero”, el caso es que Gerald Brenan, parte desde su casa de Alhaurin el Grande hasta una Residencia de la tercera edad en Londres, donde es internado, desde su propia resignación. Afortunadamente, vino a verle la providencia, como tantas otras veces en su vida y volvió en pocos meses, casi en olor de multitudes. Así nos lo conto en 2003,  Javier Torres Vela quien por entonces era el Consejero de Cultura de la Junta de Andalucía.
 

Mi intervención en el regreso de Brenan comienza una mañana de verano de 1984 cuando Don Mateo Revilla, mi viceconsejero, me comenta que el corresponsal de EL PAÍS en Granada, Eduardo Castro, le ha llamado para decirle que ha sabido, por unos amigos ingleses de Brenan, que el hispanista estaba ingresado en una residencia de ancianos en Londres, donde se quejaba continuamente de su situación manifestando que lo único que deseaba era huir del perpetuo cielo nublado y regresar a su casa de Alhaurín del Grande.

Todos los que íbamos sabiendo esta situación de abandono de Brenan coincidíamos en que los jóvenes y democráticos poderes públicos de Andalucía debíamos reaccionar, pues nuestra deuda con “Don Geraldo” era inmensa. No en balde, Al sur de Granada y El laberinto español son, entre otros, libros esenciales para conocer la historia de Andalucía en el siglo XX. Lógicamente, la forma de actuar no podía ser otra más que la de respetar al máximo su voluntad y la de su familia. Para conocer de viva voz su voluntad, nos trasladamos a Londres el alcalde de Alhaurín, Francisco Jiménez Díaz; su concejal de Cultura, Cristóbal González; el periodista Eduardo Castro, Lars Pranger (marido de Lynda, la "sobrina" de Brenan) y yo mismo.

En Londres tuvimos una agradable conversación en la que me confirmó hasta tres veces su deseo de volver a su casa de Alhaurín el Grande "mejor mañana que dentro de una semana". Manifesté la voluntad de la Junta de Andalucía de contribuir a hacer posible su regreso. La familia puso a nuestra disposición la casa de Alhaurín a condición de que la Junta de Andalucía asumiera la responsabilidad de sus cuidados. Con esta decisión tomada, Eduardo Castro, Lars Pranger y yo regresamos a Andalucía. El alcalde y el concejal de Alhaurín permanecieron en Londres para subsanar algunos trámites necesarios para su regreso y acompañar a Brenan en su retorno, que se produjo unos días después. El Gobierno andaluz asumió su compromiso de garantizar un mínimo de comodidad a la estancia de Brenan, para lo que creó una fundación con el fin de que estuviera perfectamente asistido hasta el final de sus días y a la que el hispanista aportó sus libros, cartas y enseres como fondos.


Quisiera, eso sí, volver a agradecer al embajador de España en Londres, José Joaquín Puig de la Bellacasa; al Ayuntamiento de Alhaurín, y a la propia familia las facilidades que me ofrecieron para poder llevar a cabo la indudable voluntad del Hispanista de volver a Andalucia.

                                                                          JAVIER TORRES VELA

Es verdad que se reaccionó rápido, pero reconozcamos que fue lamentable que tuviera que ser traído de vuelta después de un viaje que él nunca deseo, cuando tanto había dado a España y sobre todo a Andalucía. ¿A cuento de que, extranjeros, sobre todo británicos, residentes actuales en la Alpujarra, hubieran conocido y se hubieran ido a vivir allí, si no se las hubiera descubierto su paisano Brenan?.

EL ETERNO CADAVER

El 19 de enero de 1987, el Hispanista,  fallece en Alhaurin el Grande. Habían pasado justo 68 años y 6 días, desde que aquel joven idealista apareciera por España. Al fin, podría descansar en paz, en la tierra que lo adoptó y a la que tanto quiso.

¿Descansar en paz?. Quizá su espíritu, pero su cuerpo ¡sería otro cantar!
 
Gerald Brenan, siempre anduvo justo de dinero. Sus ingresos periódicos siempre fueron limitados, sus libros, no le dieron más que para vivir sin excesivas alharacas y las herencias de familiares y esposa, se habían ido en gastos de viajes, compras de casas y arreglos. Digamos que lo del ahorro, no parecía ir con él. En fin, siempre vivió con estrecheces económicas, Recordemos que al final de sus días, su única propiedad era la vivienda en Alhaurin el Grande, y que él, vivía atendido por la Junta de Andalucía con pocos o ningún ingreso. Asi, por algo tan prosaíco como  no cargar a nadie con el gasto de su entierro, (algún bobo por ahí, dice que por tacañería), decidió donar su cuerpo a la ciencia. El despropósito o la incompetencia de la administración local o regional andaluza, cometía una errata más, con la que "adornar" la biografía de Gerald Brenan. ¿Qué pintaba el cuerpo de un insigne personaje, aparte de nonagenario camino de una la mesa de disecciones?.


Monolito en Alhaurin el Grande,
Recordando a Brenan

El catedrático de anatomía de dicha facultad. Doctor Jose María Smth Agreda, atendió al escritor cuando acudió a firmar los documentos de su donación. No parece que pusiera demasiado empeño en disuadirle o que informara a alguien más allá del edificio hospitalario de la intención del anciano Brenan, de forma que le hubieran intentado hacer razonar. Quizá, el poco eco de la decisión del británico, evitó que  llegara nadie a decirle: Sr Brenan, Utd., es una figura relevante de la literatura, y resultara insultante y vergonzoso para España, ver como le hacen cachitos en  la Facultad, yo le pago el digno entierro que su persona merece. Pero no¡¡ el Sr. Smith, no fue excesivamente escrupuloso, consintió la firma de los documentos, y en  un ataque de celo profesional, fue además, quien una vez fallecido el escritor, hizo las debidas intervenciones sobre el cuerpo para su perfecta conservación, dejándolo en una especie de piscina llena de un compuesto liquido de  glicerina, formol y agua, a la espera de su utilidad, como si el "agotado personaje" no hubiera dado suficiente pago.
 


Quizá movido, por ese sentimiento de pseudoculpabilidad, porque  ni el, ni otros estamentos hicieran lo suficiente, para convencer a Brenan, de lo poco apropiado de poner  su cuerpo a disposición de la ciencia, el Dtor Smith, nunca hizo uso de ese legado. Así se lo contó a Alfredo Amestoy, amigo personal del escritor:


«Dejé pasar el tiempo a la espera de que se olvidara, en todos los ámbitos, incluida la Facultad de Medicina, que disponíamos del cadáver de Gerald Brenan. Pero no  fue así y confieso que la expectación porque llegara el día de tener su cuerpo en la mesa de disección desaconsejaba esa experiencia. No era ni docente ni decente»

 

Y vaya¡¡ que si dejo pasar el tiempo¡¡, ni más ni menos que 14 años. Eso si!! no pudo evitar la tentación de hacer una mascara de la cara del cadáver, para luego pasar a metal, y exibirla en la Facultad. Pienso que haber hecho un busto, de su "tiempo de  vivo" hubiera sido de mejor gusto. Aunque claro, esa cara estuvo allí,flotando tanto tiempo, que les costaría desprenderse completamente de ella. Digo yo. 
El 20 de enero de 2001, su cuerpo fue incinerado, sin haber sido utilizado para la ciencia y sus cenizas depositadas en el Cementerio Ingles San Jorge de Málaga junto a los restos de Gamel. Para remate, el hueco donde se ubico, fue un trozo de tierra sin identificación alguna durante casi un año. Esta vez, la DIputación de educación de Málaga, acudió al rescate, ante la omisión de la “Fundación Gerald Brenan” y ya el 20 de enero de 2002, al año de su incineración, se coloco una lapida, con su nombre al fin, donde poder poner unas flores en su recuerdo.

AL SUR DE GRANADA .  YEGEN – JULIANA – ELENA
 
El ayuntamiento de Alpujarra de la Sierra, es una asociación de municipios, El Golco, Montenegro, Yegen y Mecina Bombarón, en este último pueblo se ubica la alcaldía.

Visitamos Yegen, que hoy, casi un siglo después,  con las diferencias propias del avance del tiempo ( ya tiene luz, agua y calles cementadas), sigue siendo el mismo pueblo, de pobre estética y sobrio aspecto, que intenta disimular con flores en algunos de los balcones. Sus tejados planos y casas cubicas de paredes encaladas, han cambiado muy poco y por tanto retienen en su argamasa el mismo espíritu que nos describió Brenan, al que han dedicado, alguna que otra placa y marcado un sendero con su nombre, para que el visitante, pueda ver, el recorrido que habitualmente seguía en sus paseos.

CARTEL QUE INDICA EL SENDERO QUE BRENAN RECORRIA
 CON ASIDUIDAD, AL LADO DE LA FUENTE DE LOS 3 CAÑOS

Algunos lugareños hablan bien de D. Geraldo, otros no tanto, producto más de la ignorancia que de la verdad. No hacen justicia a lo mucho que el hispanista les ha dado.  La casa donde vivió, conocida en otro tiempo, como “La casa del inglés”, sigue prácticamente intacta al menos en su parte externa,(salvo cal y puerta nueva)  y en la antigua pensión, donde pasó algún tiempo, el ayuntamiento ha dedicado un espacio a su recuerdo.


FACHADA DE LA CASA DEL INGLES

PATIO DE LA CASA EN YEGEN
Desde sus ventanas, igual que desde las ventanas altas de la casa que fue su hogar, se puede observar la inmensidad de las Sierras de Gador y de La
Contraviesa, tapando el mar, que aun así, los días claros, se vislumbra en el horizonte.


 
Estas vistas,  subyugaron al recién llegado, a pesar de los inconvenientes de una aldea, que el describió como un desordenado amasijo de cubos de distintos tamaños, que se extendían colina abajo en una brusca sucesión de planos. Una aldea berberisca, parada en el tiempo. Sin luz, sin agua, donde moscas, pulgas y mosquitos, vivían plácidamente criándose en las charcas y nutriéndose en las cuadras donde dormían las bestias de carga necesarias para el transporte de personas o enseres por la sierra.
 
LA MISMA FUENTE, DONDE HOY EN DIA
HAN PUESTO EL CARTEL QUE INDICA
EL SENDERO DE BRENAN
En efecto, Brenan, quedó prendado del lugar,  pronto se enamoraría de la inmensidad que se desplegaba a su alrededor desde ese punto situado en una cornisa a medio camino entre el mar y las cúspides de Sierra Nevada. El mismo confesó que Yegen, le dio la oportunidad de encontrarse a sí mismo y sentirse, por primera vez libre.
Para los vecinos de Yegen, paso a ser Don Geraldo, y lo acogieron como el extraordinario vecino que llevó una nota de color y modernidad a esa humilde aldea perdida en la montaña.
 
JULIANA en primer término.
Quizá el, no sabía hacer las tareas domésticas, pero de haber sabido, no podía hacerlas (no estaba bien visto en esos tiempos sobre todo en las zonas rurales que un hombre se dedicara a ellas) ni siquiera podía ir a coger agua a la fuente de los tres caños, !eso era trabajo de mujeres¡  Por tanto contrata para tales cometidos a Juliana Martín Pelegrina, una joven, aún menor de edad, cuya juventud y belleza le atrajeron hasta el punto de que de la relación laboral se pasó a la física.
Difícilmente, aquello podía llegar a algo más, sobre todo teniendo en cuenta la diferencia cultural de ambos y que al parecer Juliana, una vez despertada por Gerald a los placeres de la “carne”, (en una noche, donde fingiendo estar dormida “se dejó hacer”), supo de su poder de atracción hacia los jóvenes y tuvo inclinación al devaneo, circunstancia que este comprobó a ciencia cierta cuando en su ausencia tras un viaje de dos meses, por el norte de África, ella encontró en un amigo de ambos, el consuelo a sus noches solitarias.
Si Gerald tuvo en algún momento la intención de llegar a algo más serio con Juliana, este hecho hizo que nunca más se  volviera a cuestionar tal posibilidad. Si bien es cierto, que Brenan, mientras estuvo en su viaje por el Magreb, no fue ejemplo de celibato, pero por entonces, eso, solo lo sabía su conciencia.
En su debe, cabe decir que el escritor, nunca debió mantener relaciones carnales con una menor, y mucho menos  dejarla embarazada, como así pasó. No importa si fue cierto que esta le insistió a menudo en tener un hijo, quizá asesorada por su propia familia, que de esta forma creían velar por su futuro. Pero, era pedir demasiado que hubieran actuado con “seso”, cuando el sexo era un gran divertimento en dos jóvenes desbocados por el instinto. El caso es que, tal como reza una placa en Yegen, -Juliana fue la sal en la vida de Gerald-. Se me ocurre pensar, que si ella fue la sal, sería justo reconocer que él, debió ser la hiel para Juliana, aunque este nunca le prometiera más de lo que tenían.
 
DE JULIANA A GAMEL
 
Brenan, retorna a Inglaterra, a mediados de 1930,  solo un año después de haber regresado a la Alpujarra, y lo hace, siendo conocedor del estado de buena esperanza de su amante Yegenera. Lo hace al parecer, para arreglar algunos papeles sobre la herencia de su tía abuela, hermana de su padre y de paso, supongo, evitaba el compromiso de tener que ir más allá en su relación con Juliana, una vez que las evidencias aparecieran en el vientre de ella. A los pocos meses, tales evidencias se convirtieron en una niña, que fue bautizada con el nombre de Elena.
Gerald Brenan, retorna a España, dos años después. Y lo hace, acompañado de Gamel Woolsey, su reciente esposa, cuyo rostro era el espejo de su alma rondando siempre la resignación y la tristeza. Se caso estando enamorada de otro hombre. En todo caso, su relación se limitó a la conveniencia de la buena compañía y Brenan nunca escondió que hacia ella no hubo la atracción emocional que llegó a sentir por Dora Carrington, ni la atracción física, que tuvo hacia Juliana Martín, pero en esencia, fueron un buen matrimonio. En esa atípica luna de miel, Gamel se encandila también de nuestro país, por lo tanto, compran una casa en la localidad malagueña de Churriana, con el propósito de hacerla su vivienda permanente.
 


DE ELENA A MIRANDA HELEN

Lamentablemente, los arreglos que debieron hacer en la vivienda de Churriana y el comienzo de la Guerra Civil, no les permite vivir demasiado tiempo en ella, por lo tanto, la dejan al cuidado del matrimonio que tenían a su servicio y emprenden la vuelta a Londres en septiembre de 1936.


BRENAN-GAMEL Y ELENA
Con ellos, partía su hija Elena, llevando el consentimiento de Juliana. Pensó que si ella, ya no podía ser la esposa de “Don Geraldo”, ¿Por qué privar a su hija de la oportunidad de una vida más culta y holgada con su padre? Así describe Brenan sus impresiones de aquel momento, cuando recupera a  su hija, a la que luego nombró Miranda Helen: “Era una extraña criaturita, muy retrasada para su edad, debido a como la habían criado y todavía demasiado tímida para hablar con nosotros (Gerald y Gamel), pero de alguna manera, se daba cuenta de que se abría ante ella, un futuro mejor y estaba contenta de separarse de su madre, que se ocupaba muy poco de ella. Quien fue mi antigua amante. (Juliana) también se alegraba de dejarla porque estaba a punto de casarse.


Así fue, Juliana, casaría posteriormente, y como las desgracias de los pobres parecen no tener fin, enviudaría pocos años después al morir su marido en la Guerra Española. Aun así no se rindió. Casó nuevamente, llegó a tener cuatro hijos y en su vejez, perdió la visión. Dicen, que toda su vida, añoró a aquella niña, de la que nunca más supo, pues esa fue la condición impuesta por Gerald. Quizá ella tampoco hizo demasiado por verla, desde los avatares de su propia vida, y desde el miedo de que su hija pudiera demandarle “algún que otro porque”.
 
Ciega en Granada, es un libro, de Antonio Ramos Espejo, aunque sesgado, ya que principalmente se confecciona desde opiniones sobre el hispanista, de lugareños no afines a su figura, y de la propia familia de la criada “granaina”, es en su esencia, un buen trabajo de información, sobre la desconocida Juliana Martín Pelegrina y su tiempo. Disiento no obstante, en la comparación que hace de Brenan, igualando su proceder al de muchos señores, que tomaban a su servicio en sus grandes posesiones y Haciendas a jóvenes criadas, a las que desde su puesto de “autoridad y fuente de pan” utilizaban sexualmente y si dejaban preñadas las mandaban a sus casas o las hacían abortar bajo miserables condiciones de insalubridad.
No considero a Gerald, ningún cacique, en todo caso, un hombre joven que se dejó llevar por la testosterona y después, aceptó su responsabilidad. Si hay que poner un pero, digamos, que se mostró extremadamente firme, en eso de ocultar la hija a la madre y viceversa.
Muestra evidente de ello es, que en su libro Al Sur de granada, publicado en 1957, ignora por completo, este crucial episodio de su vida en Yegen. No pasa ni siquiera de puntillas, En esta fecha, su hija, contaba dieciséis años y hubiera hecho demasiadas preguntas de haber leído el libro. 
Es solo, muchos años después, en 1975 en otro de sus libros autobiográficos, Memoria Personal, cuando Gerald, escribe sobre esa relación.

Por entonces, Miranda Helen, que había contraído matrimonio veinticinco años atrás, vivía en Paris, delicada de salud, tanto que murió tres años después de la edición de este libro. Es de suponer que si ella leyó, la confesión de su padre, dudo mucho que tuviera fuerzas para ir a buscar a una mujer, a la que no podía sentir como madre, sin no mas bien como una extraña, hasta en el idioma.

Fernando Colomo llevo al cine, en 2002 la estancia de Brenan en Yegen. La película, lleva por título -Al sur de Granada-, igual que el famoso libro del escritor. En una licencia, de las muchas que concede el Director al guión, ya al final de la historia, la casualidad quiere que Juliana, vea por fin  a su hija adolescente, mientras pasea por Granada.
Así, deben ser las películas, con finales cargados de esperanza.

Lamentablemente la vida, es otra cosa. ¿Quién me dice que no?.

El día, en que los restos del escritor fueron depositados en el Cementerio Inglés de Málaga, estaba presente su nieto Stephane Corre, hijo de Miranda Helen y por tanto nieto también de Juliana. Stephane, fue en ese acto un símbolo. La sangre británica mezclada con la sangre de la Alpujarra, ese lugar, que ira por siempre unido a la memoria de Gerald Brenan

 



JULIAN MARTINEZ ARRIBAS
COMPONENTE DEL INTERNACIONAL C.C. ANDERMATT
 

2 comentarios:

  1. Señor Julian , le felicito por su buen trabajo, desde muy joven me apasionó su història y de todos los comentarios - documentos , es el que mas me ha gustado,

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  2. Señor Julian , le felicito por su buen trabajo, desde muy joven me apasionó su història y de todos los comentarios - documentos , es el que mas me ha gustado,

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